viernes, 10 de enero de 2014

Nocilla

No soy una persona que se vuelva loca por el chocolate (chocoholic, que se llama eso en inglés), pero de vez en cuando daría mi reino, si lo tuviera, por un poquito de chocolate. Lo que más se me antoja es la Nocilla.
Y ahí empieza el problema. Un día te entra ese antojo imparable y piensas que por un día no pasa nada. ¿Un día? ¡Tururú! Te lías la manta a la cabeza, y vas a comprar el bote más chico, que por muy chico que sea, te da para estar comiendo tú sola Nocilla durante más de una semana.
El primer día lo coges con muchiiiiiísimas ganas, pero al final terminas cogiéndole un poco de manía (sólo un poco, porque creo que es imposible cansarse de comer Nocilla). El problema es cuando empiezas con los remordimientos de conciencia: “¿Quién me mandaría a mí comprar Nocilla? ¡Ya se me podían antojar unas espinacas!”.
Deberían hacer porciones de Nocilla monodosis. Es una realidad que hay un gran % de la población que vivimos solos, y si podemos comernos un platito de lentejas ya hecho, en su justa medida, ¿por qué no podemos hacer lo mismo cuando queramos darnos un pequeño homenaje? ¿Es justo que si nos tomamos un poco de pan con Nocilla cuando estamos de bajón tengamos que pasar una semana pensando en las calorías que nos va a aportar ese breve momento de “alegría pal cuerpo”? Sin duda alguna no. ¡Bastante tenemos ya con lo nuestro!
Pero he descubierto una manera muy buena de deshacerme de la Nocilla rápidamente: coges una masa de hojaldre, la haces triangulitos, le pones una cucharadita de Nocilla, le das la forma de un croissant, 15 minutos en el horno y… ¡listo! ¡Ya tienes la mejor excusa para invitar a tus amigas a merendar!
Mmmmmmm. ¡Qué buena!


18/9/2011


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